“Te escribo para decirte que te libero de mí,
vamos, te “amputo” de mí, sé feliz
y no me busques jamás.”
Frida Kahlo.
No sé en dónde estás exactamente, o tal vez sí, pero hace
mucho que perdí el derecho de acercarme para preguntarte esas cosas que me
dejaste en el pecho y que ahora me están haciendo nudos la garganta, nos hemos
alejado tantas veces que esta parece otra rutina pero siendo honesta, espero
que sea la definitiva, prefiero conservar todo como algo platónico, porque la
vida nos ha vuelto a probar que somos imposibles.
Dicen que te rompen
el corazón pero a mí me duele todo el cuerpo y es que me has lastimado tantas
veces que posiblemente lo tengo hecho polvo de tanto amor y de tanta
desilusión, parecen irreales estos ocho años creciendo contigo a la par,
creyendo que llegaría nuestro momento porque eras el amor de mi vida, ni hablar
de estos caóticos dos años que han sido una montaña rusa; diversión, miedos,
risas, peleas y amor con su respectiva dosis de rencor. Solía decirte que yo
siempre sería tu familia pero me rindo, me voy de aquí, y no me voy porque no te
ame, te amo, te amo tanto que me consume, siempre lo he hecho y siempre lo
haré, pero el que te ame no significa que me sienta enamorada de ti, rompiste
lo último que quedaba, me devastaste aunque también admito que en este tiempo
me hiciste más feliz de lo que he sido en toda la vida; compartimos mucho
aunque en este momento sé que no recuerdas nada.
Me despido y me voy dejándote casi todo, los momentos, mi
esencia, todos los recuerdos en nuestra casa, los planes, mi perfume en tu
cama, una decena de cartas y otra de regalos, mis risas en la sala porque
siempre lograbas hacerme estallar en carcajadas, mis lágrimas en tu almohada
porque más de una vez me ignoraste mientras dormía a tu lado; te dejo las
fantasías que te provocaban mis piernas, te dejo los “te amo” que nos decíamos
a cada minuto cuando el silencio nos quería invadir, se quedan contigo las
pesadillas que me causaban tus zapatos deportivos y también mis ganas de ser
cada día mejor para ti, te dejo en los cajones de los muebles nuevos todas las
canciones que me dedicabas en las madrugadas <sé que las vas a necesitar
para alguien más, te conozco bien>; entre los dos platos y los tres vasos
que teníamos se quedan escondidas mis ansias por mejorar incluso en la cocina,
sólo para hacerte sentir especial, sólo para que dijeras que te encantaba
cuando te preparaba de comer, se quedan mis fracasos como mujer, el recuerdo de
mi vientre vacío hace un año, las culpas, los malos deseos y a todos y cada uno
de los fantasmas de esas mujeres que jamás me dejaron estar en paz, esos
fantasmas que se robaron mi confianza y mi seguridad con cada uno de tus
errores, esos que hicieron que me olvidara de quién soy.
Debajo de tu cama, escondidos, están todos los “perdóname” que
dije por haberme equivocado, se quedaron ahí porque jamás llegaron a ti sin
importar lo cerca que estabas, mis
canciones que no entendías, mis frases, mis libros, mi poesía y mis anécdotas;
te dejo mi obsesión con mi apariencia, la paranoia de un closet enorme en donde
podría caber toda mi vanidad, se queda haciendo eco todo el amor que te tuve,
todas las veces que corrí emocionada a llenarte de besos, mi debilidad para
perdonarte; flotando entre tu ropa el aroma a vainilla de mi cabello, todos los
planes para escapar a donde nadie nos conociera, tu fascinación por el olor de mi
perfume y en todas las paredes te dejo mis gestos que tanto odiabas, la “mean girl” que nunca pude dejar de ser y toda la paciencia que me tuviste, toda tu iniciativa para que
comprendiera lo que amabas y mi
incapacidad para aprender de fútbol, todo se queda ahí, tus propuestas de
matrimonio y las millones de veces que con todo el corazón te respondí que sí, porque
en verdad nos amábamos, ¿verdad?, realmente planeamos mucho juntos, nos queríamos sinceramente en nuestras vidas, nos amábamos mucho, pero nos permitimos
destruirnos y duele afrontarlo pero ambos lo hicimos, por eso me voy dejándote
incluso los días felices, los días de sol, los días de lluvia, los días de frío y también nuestro único día de playa en ocho años, el día que me regalaste el
cielo y el mar porque sabías que para mí era felicidad, todos los “fairytales”
que nos inventamos para ser felices y todas y cada una de las veces que no permitiste que dejara de sentirme poderosa e inteligente, te dejo la leyenda del
hilo rojo en la que creímos y todas las flores que me diste para alegrarme más
la vida.
En un rincón se quedan las veces que escuché tus problemas
familiares, todos los remedios que me inventé para curar ese dolor que te causaba y todos los besos que te di para reconfortarte, es más te dejo todos
y cada uno de nuestros besos, los inocentes que me robaste a los diecisiete
años, los de despedida cada vez que nos alejábamos, los ilícitos cuando alguien
más era tu compañía, los que sellaron promesas, los de triunfo y los de
reconciliación, te dejo todos los besos y también los abrazos en los que me
atrapaste y los que hiciste mi hogar, se quedan sobre tu cama tus halagos, tus
palabras bonitas de todos los días y esos mensajes que me hacían suspirar, ese año nuevo que se volvió una pesadilla y por
si alguna vez me paseo en tu conciencia, dejo también todo lo que hice por ti,
todo el tiempo que te cuide como si fueras un niño, lo mucho que me importaba
tu estabilidad y tu felicidad, te dejo ahí las ocasiones en las que te rescaté
aunque tú nunca pudiste hacerlo por mí cuando más te necesité; mi corazón roto por todas de las
veces que me dejaste y junto a un poco de mi dignidad te dejo las veces que te
pedí que no lo hicieras. Te dejo casi todo, la casa está llena de todo lo que
fui, me llevo únicamente mi nombre y una parte de ti que ni siquiera tú me
puedes quitar, una parte de ti que crece y se hace más mío cada día, una parte
que es tuya aunque no puedas afrontarlo, esa parte por la que cada noche pido
lo mejor, es todo lo que me pertenece.
Me voy porque ya no aguanto mi vida envuelta en locura,
porque en algún momento quiero recuperar a quien fui, me voy porque todos estos golpes contra la pared están acabando conmigo, aunque más que irme es dejarte ir, es
soltarte; y como me enseñó un libro, cada vez que te extrañe te mandaré toda la
luz que le diste a mi vida, porque te amé tanto… cada día más y más que parecía
irreal amar tanto a alguien, siempre serás mi Chuck Bass ‘my imposible true
love’ y por eso te mandaré siempre lo mejor
de mí, me voy agradecida porque me hiciste soñar que los grandes amores no son
los perfectos, son en los que se batallan, son los más locos, pero también me
enseñaste que no porque el amor sea muy grande, es correcto. Me voy
agradeciéndote el que hayas seguido con tu vida porque fue la pauta para que
pudiera continuar con la mía, Me voy dejando de creer que si estamos hechos el
uno para el otro, eventualmente nos volveremos a encontrar. Me voy y te dejaré
ir entre líneas, aunque me cueste un libro, te dejaré ir.
Salette.